En primer lugar, he de decir que no sé muy bien por qué escribo esto. Llevo dándole vueltas a esta carta varias semanas, pero no encontraba ni el momento ni la motivación para sentarme y ponerla por escrito. Es la primera “editorial” que voy a subir, por lo tanto debe tomarse por lo que es: algo totalmente subjetivo, una serie de opiniones de alguien que quiere expresarse. Dejando esto lo suficientemente claro, me pongo manos a la obra.
Más o menos por estas fechas, pero en 2013, vi a través de mi reciñen estrenada cuenta de Twitter un tuit en el que un perfil que se hacía llamar “Misteriored” buscaba redactores de contenido. Estaba en mi etapa universitaria, concretamente en mi último año en la carrera de Trabajo Social. Hacía las prácticas en una casa de acogida dirigida por una orden eclesiástica a través de una fundación. Me encargaba de hacer informes sobre las actividades y el comportamiento de reclusos durante sus estancias en la casa de acogida, que solían ser de un par de días, coincidiendo con sus permisos penitenciarios No puedo decir que fuese una experiencia desagradable, pero sí que mató cualquier vocación que hubiera en mí.
Elegí mal. Me pudieron mis antecedentes familiares y mi propia experiencia vital. Una casa con tres discapacitados y mi sentido de pertenencia a ese colectivo me llevaron a apreciar esa opción del Trabajo Social como algo bonito en lo que formarse, pero la realidad que conocí en ese tercer año de estudios dio al traste con todo. Además, pasaba por una etapa de estrés muy importante. Los periodos de ansiedad van y vienen desde entonces.
Pero ese tuit llamó mi atención. Quise probar suerte. Me pareció algo diferente, una válvula de escape. Ya tenía gusto por los misterios. Rosa María, la que hoy es mi esposa, me regaló tiempo antes “La Cena Secreta”, de Javier Sierra. Sigue sin tener ni idea de hasta qué punto influenció mi vida ese regalo. Aquel libro fue un descubrimiento que removió algo dentro de mí. Se suele decir que cuando el discípulo está listo, el maestro aparece. Y Javier siempre lo ha sido. Al igual que Mariano Fernández Urresti y Pablo Vergel. No conozco personalmente a ninguno de los tres, pero han tenido una importancia capital en quien soy hoy. Por ello solo puedo darles las gracias.
El caso es que desde la plataforma de Misteriored aceptaron mi petición de unirme al equipo de redacción, y accedí a un foro en el que había muchos participantes y un staff formado por varias personas. Desde entonces, tomé como rutina hacer búsquedas por Internet y redactar noticias. No soy periodista, y nunca podré ni querré suplantar a ninguno, pero creo que es de las mejores cosas que me ha pasado en la vida. Buscar, contrastar, preguntar cosas y escribir.
Lo que empezó siendo un foro acabó reduciéndose. La vida y las circunstancias cambian, y las personas del staff fueron bajándose del barco hasta que solo quedamos dos: mi queridísimo amigo Esteban Palomo y yo. Esteban es la definición de entusiasta y comunicador. Su resiliencia y empeño empujaron a Misteriored a transformarse en web, y luego a afrontar el reto de sacar adelante un programa de radio. Eso ocurrió un viernes, el 22 de Mayo de 2015 en Metroradio. Y menudo viaje hemos vivido desde entonces. Tardé cuatro temporadas en unirme como colaborador en Misterio en Red. Estoy bastante seguro de que fue en diciembre de 2017, cuando empecé a escribir pequeños artículos propios para la web y ya tenía prácticamente todo el control sobre ella. Esa web es un pequeño orgullo para nosotros, y Esteban sigue financiándola de su propio bolsillo, porque nuestros ingresos por hacer lo que hacemos siguen siendo los mismos que cuando empezamos esta aventura: inexistentes.
No es algo de lo que me queje. Nunca lo haré. Como digo, aquel tuit fue como encontrar un flotador en medio del océano tras haber naufragado, y me agarré a él con tal fuerza que soy incapaz de soltarlo. Es mi afición, la que ahora me ocupa mucho menos de lo que me gustaría, pero que sigue ahí para recordarme de dónde vengo. Misteriored es como mi casa. Un lugar donde estar tranquilo, relajarse y pasar tiempo. Un sitio donde aliviar el estrés y desconectar de toxicidades del día a día.
Han pasado diez años desde que aquel camino empezó a ser recorrido. Transitándolo he conocido a muchísima gente, aunque he desvirtualizado a una ínfima parte, por desgracia. He hecho amistades que no necesitan de la cercanía física para hacerme sentir más querido. Diana Herbello y Esteban se han interesado más por mí que amigos mío de la infancia, y eso les honra. Por supuesto, también sois muchos los que estáis ahí a través de las ondas y las redes sociales. Os tengo presentes y os doy las gracias por todo ese cariño acumulado a través de los años. Os nombraría a todos, pero ocuparía mucho más espacio y no quiero cansaros. Los que estáis ahí desde hace tiempo sabéis quiénes sois.
Igualmente, quiero tener palabras de agradecimiento hacia investigadores, compañeros de radio, podcasters y escritores que de una forma u otra han influido en este recorrido. Nunca he visto y vivido competencias desleales hacia ninguno de ellos. En un mundillo como éste (en cualquiera, realmente) hay mucho donde elegir, pero nosotros nunca hemos tenido ese afán por llegar a lo más alto y bajar de su pedestal a nadie, aunque en ocasiones sí que nos han puesto zancadillas. Es algo normal, supongo. Por suerte, hay mucha gente honrada ahí fuera, que trabaja honradamente y que se esfuerza en ser visible. Quiero lanzar un agradecimiento especial al equipo de Hombres de Negro, a mi editor Óscar Fábrega, a Santi Camacho, a Jesús Ortega, a José Antonio Caravaca y a mi compañero bardo, Germán, por incentivar y renovar mi ilusión a la hora de buscar preguntas nuevas que intentar responder.
Diez años no son nada. Han pasado en un suspiro, o al menos así lo veo ahora. Empecé a hacer cosas en esto de la divulgación con 23 años, y ahora tengo 33. Han pasado muchas cosas. Terminé mis estudios, he cambiado varias veces de trabajo, me mudé de casa, he tenido dos hijos, me he casado y he escrito tres libros (alguno más, en realidad). Ha habido épocas mejores y peores, y he de confesar que no estoy nada contento conmigo mismo en lo referente a algunas etapas determinadas. Llegó un momento en el que volqué tanto escribiendo que pasaba mucho tiempo aislado en mi propia casa, algo que trato de remediar a día de hoy. La vida te enseña a ver qué cosas son las más importantes.
El camino sigue recorriéndose y no sé cuándo o cómo acabará. Pero sí que tengo claro que lo más importante es recorrerlo y poder mirar de cuándo en cuándo hacia atrás con perspectiva. No sé si he hecho poco o mucho, y si eso realmente importa a alguien más que a mí mismo. No soy quien debe juzgar eso. Lo que sí puedo decir es que me he volcado todo lo que he podido, y que me he dejado muchas horas delante de libros y pantallas, compartiendo pequeños trozos de mi tiempo a través de las publicaciones de noticias, de los artículos, de los programas de radio y de los libros. Sigo haciéndolo. Quizá en menor medida, eso es cierto. Pero quiero seguir haciéndolo.
Sigo sin saber por qué escribo esto, pero lo voy a compartir como una carta abierta para quien quiera leerla. Es un peso que me quito de encima, y que resume muy brevemente el sentir de alguien que simplemente ha hecho algo que le gusta durante una década y quiere dar las gracias por ello. Gracias por haber tenido presente en algún momento este pequeño espacio y por compartir vuestro tiempo, que es de las cosas más valiosas que alguien puede compartir en esta vida.
Félix Ruiz, a las 10:30 del 14/3/2023.