Alucinaciones dolorosas: la migraña y el cambio de la percepción

El gato de Cheshire, uno de los personajes más conocidos de Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll. Imagen: Public Domain.

Sacks lo decía con bastante claridad en la introducción de Alucinaciones: «… no siempre resulta fácil discernir dónde se halla la frontera entre la alucinación, la percepción errónea y la ilusión.» Aquí vamos a tratar este asunto, relacionado con una dolencia que muchos sufren en silencio, pero que está muy presente en nuestros días, quizá cada vez más: la migraña.

El propio Sacks aseguraba en su libro haber padecido ataques de migraña desde pequeño. Un mal que sueñe aparecer, en efecto, en la niñez o la adolescencia, y que suele ser bastante molesto en sus primeras etapas, además de convertirse en un verdadero incordio si se sufren ataques severos. ¿Pero qué relación tiene esta dolencia con las alucinaciones? El psicólogo aludía a la definición de alucinación que más se ajustaba a su forma de entender este fenómeno. La misma fue usada por William James en Principios de psicología, en 1890, y decía lo siguiente: «Una alucinación es una forma de conciencia estrictamente sensitiva, tan buena y cierta como si fuera un objeto real que tuviéramos delante. Sólo que el objeto no está ahí, eso es todo.»

La alucinación proviene de la mente. La percepción de las cosas varía dependiendo de la persona que se exponga a los más diversos estímulos. Si uno asegura ver, oír u oler algo que la persona que está a su lado no percibe, se inicia una especie de estado de alarma que lleva a la víctima del suceso a la certeza de que pasa algo extraño y al testigo a la preocupación o la incredulidad. En nuestro egocentrismo propio como especie, aseguramos que la alucinación se trata de algo estrictamente humano, que tiene íntima relación con el desarrollado cerebro humano, a pesar de que es posible que diversos animales la vivan, como así se ha observado en animales de laboratorio o en libertad. La cultura, la religión o el folklore han avanzado de la mano, entre otras cosas, de las alucinaciones provocadas por fenómenos naturales o de manera inducida. Dentro de las primeras se engloba la migraña. Porque sí, estos dolores provocan efectos curiosos en el campo de la visión el oído y el olor.

¿Qué es la migraña?

Si se quiere resumir al extremo, se podría decir que la principal característica de la migraña es un dolor pursátil que se sufre en uno de los lados de la cabeza. La causa última de los ataques sigue siendo u misterio, pero parece estar claro que se trata de una actividad anormal en el cerebro, que implica al funcionamiento químico y nervioso del mismo. Los síntomas son más o menos los mismos en la mayoría de casos: el propio dolor, sensibilidad extrema a la luz y al sonido, naúseas y vómitos. De carácter hereditario, las cifras dicen que afecta más a mujeres que a hombres, y las crisis pueden ser provocadas por la ingestión de algunos alimentos que aumentan el riesgo de padecerlas, como el chocolate, los lácteos o los cítricos. Aunque, si hay que explicar de alguna forma a alguien que no sepa nada del asunto qué se siente cuando se padece un ataque, qué mejor que explicarlo paso a paso.

Las tipologías son varias, y se pueden desencadenar de diversas maneras, pero en muchas ocasiones comienza con un destello de luz, que suele invadir uno de los lados del campo visual. Se trata de la conocida como aura de migraña, y es el preludio del ataque. Aparecen una serie de trazas de colores vivos, pulsantes, que pueden molestar al afectado. En este punto es donde aparecen una serie de alucinaciones visuales o de otra índole, pero no es menester adelantarnos. Porque lo que ahora nos interesa es el siguiente paso, quizá el más impactante: la pérdida transitoria de visión. No suele durar más que unos minutos, pero en los primeros ataques causa verdadero pánico darse cuenta de que se es incapaz de ver correctamente por uno de los lados. Finalmente, llega el dolor, que puede variar en intensidad, pero que en procesos agudos puede llevar a ser incapacitante durante unas horas, obligando a quien lo padece a tumbarse en un entorno a oscuras, incluso con algo que tape su visión, como un pañuelo. El dolor suele aparecer tras observar el aura, aunque por suerte no todos los pacientes lo padecen.

El dolor propio de la migraña se desata tras la alteración del campo visual. Normalmente, afecta a uno de los lados de la cabeza, aunque puede presentarse en los dos.

¿Cuántas personas pueden padecer síntomas que se ajusten a la migraña? Sacks nos dice que un 10% de la población, cifra que se ajusta a las actuales, que varían entre ese 10 y el 15% de la población con edades comprendidas entre los 10 y los 45 años. Hablamos, por tanto, de una enfermedad extendida, pero no siempre bien diagnosticada. Por no hablar de su carácter limitante, pues está situada entre las veinte enfermedades más incapacitantes de las existentes.

Siendo positivos, los especialistas aseguran que los efectos no suelen ir más allá del aura visual y el dolor, y los efectos en la percepción no son agudos. Cosa que, como estamos a punto de ver, no ocurre en todos los casos. ¿Qué pasaría si, mientras sufrimos los primeros síntomas de un ataque, oímos una música que no parece proceder de ninguna parte o si vemos una figura extraña que un segundo antes no estaba ahí?

Alucinaciones tras el aura

Las estructuras que suelen aparecer en un ataque de migraña son brillantes, de forma zigzagueante y que aparece en el campo visual tan rápido como desaparece. En la propia estructura hay una zona ciega, un escotoma. En la misma pueden aparecer formas geométricas en movimiento. Unas veces aparecen de forma individual, pero en otras se presentan múltiples formas que se unen y se alejan, pudiendo adentrarse un poco más en el centro de nuestro campo de visión. Sacks aseguraba en su libro que, a pesar de las posibles reticencias, se ceñía a la definición de alucinación que daba en su introducción y catalogaba estas visiones como tal. La mente juega malas pasadas, y presenta ante las víctimas de ataques una serie de formas que no están ahí realmente, pero ellos perciben como tal.

Hay veces en las que estas extrañas formas se magnifican y transforman, uniéndose a cambios perceptivos en nuestro propio cuerpo: una sensación de mayor profundidad, de acercamiento o alejamiento, mientras se nota que alguno de los miembros de nuestro propio cuerpo se expande o se contrae de forma alarmante. Por ejemplo, podríamos ver durante unos minutos como uno de nuestros brazos se transforma en una masa gigante, o en un pequeño palito que sale de nuestro tronco. Los procesos anormales en el cerebro provocan que el mismo pierda la capacidad de leer las formas de forma correcta y “normal”.

Dentro de esta pequeña subcategoría, es imposible no recordar al mundo creado por Lewis Carroll en Alicia en el País de las Maravillas hace poco más de siglo y medio, donde múltiples personajes y elementos del entorno narrativo cambiaban de forma, se encogían o aumentaban súbitamente de tamaño. Por si no lo sabíais, Carroll sufría migraña clásica, algo que quizá influyó en su más famosa creación, tal como sugiere Caro W. Lippman, hipótesis recogida por Oliver Sacks. Las teorías clásicas aseguraban que tenía una gran imaginación – cosa cierta – pero además, se decía que quizá tomaba drogas, pista que habría dejado el autor en el relato en elementos como los hongos que Alicia consumía o las desapariciones del gato de Cheshire. Pero este elemento un poco más desconocido, el de las crisis de migraña, es desde luego merecedor de ser tenido en cuenta como agente creador de relatos.

También existen casos donde se puede ver figuras humanas de apariencia extraña en ese trance alucinatorio. Sacks recoge algunos de ellos en su libro, pero aquí se expone un ejemplo personal, ofrecido por un amigo de la infancia, que relató lo que vio en una de las múltiples experiencias que ha vivido a través de los años. Esta persona no suele ver más que algunas líneas y sentir un leve dolor de cabeza, pero recuerda un episodio que le ocurrió cuando tenía dieciséis años, que acaeció cuando se encontraba en un parque, almorzando en compañía de unos amigos. Recordaba que los demás se encontraban aun jugando con un balón cerca, cuando él se sentó en una manta que habían llevado para la ocasión. Notaba los primeros síntomas, y la luz comenzaba a molestarle. Sabiendo lo que le venía encima, se sentó y trató de calmarse, sabiendo que aquello no duraría más que unos minutos, como siempre solía ser. Comenzó a ver unas líneas de colores anaranjados por su lado izquierdo, y no prestó demasiada atención. Y así transcurría su experiencia hasta que algo extraño se coló en su campo visual: una figura negra, alta, que apareció junto a un árbol que estaba a unos cinco o seis metros de él. Este amigo dijo que la figura estaba de espaldas, y que era una mujer, aunque no sabía explicar por qué tenía esa certeza. La imagen estaba rodeada de pequeños círculos anaranjados que se difuminaban, como le ocurrió a la misma figura un par de minutos después. En ningún momento esa imagen se movió de ese ligar, y se fue esfumando rápidamente, hasta desaparecer del todo. Por suerte, el aura no se acompañó de dolor, lo que habría rematado unos momentos bastante incómodos. Este amigo asegura que jamás ha vivido otro episodio igual, y espera no volver a vivirlo, pues sintió una más que lógica desazón, razón que le llevó a no decir nada sobre el asunto hasta años después.

El ejemplo que ha sido narrado es una rara avis dentro de la literatura relacionada con alucinaciones derivadas de la migraña, pero ello también depende de las creencias o la percepción del que la sufre. Al igual que hay experiencias negativas, las hay asimismo positivas, y tienen que ver con colores bonitos, arcoiris, e incluso figuras simpáticas, como duendes saltarines o animales que se acercan en actitud amable.

Asimismo se podrían ofrecer ejemplos sonoros, como extractos de canciones que nos gustan y que suenan mientras sufrimos los síntomas o música clásica que hace más afable la experiencia, aunque igualmente se dan casos desagradables, con ruidos que alteran al paciente, le provocan dolor de cabeza o miedo ante su súbita aparición y su estridencia. Existen incluso algunos casos de alucinaciones olfativas: olores que realmente no son percibidos por nadie más. Un perfume, una comida concreta, o algo podrido y desagradable. Todo en el lapso de tiempo en que se produce un ataque que, no olvidemos, padecen unas diez de cada 100 personas, cifra arriba o abajo. ¿Qué poder han tenido estas visiones alucinatorias en el devenir de la historia y de la cultura? ¿Hasta qué punto una enfermedad como de la que acabamos de hablar ha influido en personajes influyentes como el propio Lewis Carroll? La migraña, la epilepsia – la enfermedad sagrada que Hipócrates criticaba en De la enfermedad sagrada – o dolencias más graves como la esquizofrenia son capaces de alterar la visión del mundo de forma increíble. Eso por no hablar del uso de sustancias psicotrópicas o del poder oculto de los sueños, por ejemplo. La mente, esa gran desconocida, aun guarda muchos secretos. Entre ellos, los procesos que desencadenan un fallo en cadena que da forma al aura de migraña y provoca alucinaciones tan potentes como las que se han narrado.

Fuentes:

  • Sacks, Oliver. Alucinaciones, Anagrama, 2013.
  • https://www.britannica.com/biography/Lewis-Carroll
  • http://mentalfloss.com/article/535136/10-fascinating-facts-about-lewis-carroll
  • https://www.healthline.com/health/migraine#nausea
  • https://www.nytimes.com/2012/11/27/books/hallucinations-by-oliver-sacks.html

Acerca de Félix Ruiz

Trabajador Social de formación y apasionado de las temáticas relacionadas con el misterio desde siempre. Redactor de noticias, escritor novel, lector compulsivo y buscador incansable de preguntas que compartir con todo aquel que sea curioso y quiera saber más.

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